EN BÚSQUEDA DE UN ESPACIO PROPIO, HALLAZGOS DE REALIDADES INFINITAS
Por, Alexis Mendoza
La ambición declarada de Sebastián Mahaluf con respecto al arte es dejar atrás tanto el arte-objeto simbólico-patrimonial como la obra de arte atesorable y comercializable para unir el arte a la vida. Una manera de interpretar la relación que existe entre el arte "fundacional" y el arte-acción performativo puede ser expresada de la siguiente manera: el primero alcanza su forma simbólica a partir del acto efectivo del que inicio. Una gran parte de esos símbolos son negaciones a actos de violencia que han sido revestidos con los oropeles del heroísmo que acompaña a la epopeya, es decir a las guerras y acciones de conquista realizadas por aquella entidad político-territorial que aspira a la gloria requerida para luego permanecer en el tiempo. Para Mahaluf el arte es el portador de esa especie de escalofriante emanación que se desprende desde el lugar de los hechos. Es por ello que de pronto aparece en el campo de la estética la noción de lo "sublime". Lo sublime remite un acontecimiento horrible ("tremendum") que en un tiempo pretérito se ha producido. Una sensación de cierta angustia y temor que acompaña a esta evocación es estéticamente interpretada como una manifestación de lo bello.
En el trabajo de Sebastián Mahaluf el flujo no es la obra ya sea performance, instalación o en formato bi-dimensional, sino el medio en el cual ésta tiene lugar durante su realización efímera; ese medio es el tiempo no histórico. Yo lo podría catalogar como el flujo del tiempo que se abre brevemente para posibilitar el acto de performance y posteriormente, se cierra para recuperar su afluyente estado original. Sólo queda, para algunos, quienes lo vieron, quienes fueron testigo, un esquivo recuerdo. Ya no origina historia hay que entender entonces que el performance carece por completo de entidad? ¿Es un fracaso ontológico desprovisto de sentido y que, como tal, merece desaparecer tragado por el flujo del tiempo? Veremos que ello depende de cómo se experimente el fenómeno de la temporalidad y que importancia se le de en el proceso de documentación del mismo. En Mahaluf el arte fundacional puede ser visto como un arte performativo de primer grado destinado a cumplir un rol simbólico ordenador en una estructura social segmentada que aspira a perdurar y a expandirce.
Las experiencias adquiridas por el artista que tomaron su origen a finales de la década del los 90’s y muchas de las obras desarrolladas del 2001 al 2009, buscan apartarse de toda lógica y orientarse en una dirección mas humana y adatada a satisfacer el espacio, que en algunos casos de sus instalaciones toma forma geométrica y en el caso de los performances en ocaciones son en exteriores y de extrema condición física por parte del artista. Sebastián tiene claro que la ausencia de obra objetiva modifica la función del arte. Esta característica se manifiesta en obras como: “Jardín de las Delicias” y “Mnemica”. En el “Jardín de las Delicias”, Sebastián “es amarrado con elásticos en un poste de luz, a una altura aproximada de 1 metro, quedando así suspendido y atado al pilar luminoso. Posteriormente, desde el interior, comenzó a salir hasta caer sobre el césped”[...]. Sebastián explica que, “este desplazamiento se expone enigmáticamente ante el espectador, manifestando, como por ejemplo, una imagen en movimiento, que dibuja un camino el cual deberá forzosamente quedar registrado como un desdoblamiento de un cuerpo, cuerpo sólido, citando a Hieronymus Bosch (El Bosco) en su gran despliegue escénico en El jardín de las delicias, donde las etapas representadas manifiestan desde un paraíso terrenal conservador, pasando por la irrupción de una tradición, y concluyendo en que no hay indicio alguno de salvación” [...]. El tiempo del performance es difícilmente historial; es un tiempo que fluye incesantemente sin dar cabida a una gramática de objetos visibles y acumulables. Sebastián Mahaluf dejó enigmáticamente enunciado el posible advenimiento de un tiempo-ahora reservado a una humanidad emancipada. Este puede ser interpretado como un tiempo en el que no hay separación entre el arte y la vida, una vida que no quiere verse escindida ni sustraída por inciertos transcendentalismos. Sebastián Mahaluf habla claro cuando se refiere al arte o la cultura como patrimonio.
En el otro ejemplo, “Mnemica”, representa un “vaciamiento político. Es un ejercicio que supone sobre ponerse a la “agenda de la memoria” para salvar la distancia entre lo político y lo psíquico. Es un artefacto político para desmantelar la política, precisamente. El realismo de los escombros, como representación de la memoria (transicional), se ha vuelto de pronto paupérrimo al punto de la conformidad, por supuesto, explicable en un contexto generalizado de “reflexibilidad” como la hiper-comprensión del flujo libre del capital. Dentro de esa sensibilidad homogeneizante no puede haber interferencia para las fases del preces de la acumulación”[...]. El público está llamado a presenciar el desarrollo de un acontecimiento que muestra la básica fragilidad del cuerpo humano y a sobre cogerse ante una descarnada "realidad" que amenaza peligrosamente su condición "mínima" y "quebradiza". Claro está que poco a poco el performance se ha ido alejando de la "escena originaria" para explorar otros caminos, modificando las características estructurales del medio en que se produce. Sin embargo el principio básico que aquí esta presente: El cuerpo enfrentado a un "campo de fuerzas" amenazante, no se ha modificado en lo sustancial. Su propósito es el de alcanzar la vida misma, un acercamiento del hombre enfrentado a la vida.
Así, la relación entre el performance podrá ser representada a través de una fórmula de "eterno retorno": hecho – símbolo – obra – hecho. El performance, para retornar al hecho, salta por sobre una historia y una cultura que van generando una colección de símbolos y obras que recubren y alienan lo que es propiamente vida. No se trata de que el arte-acción esté contra la cultura. Se aparta de las formas de arte y cultura que evacúan la vida. Y lo hace para recuperar la capacidad de ver y comprender lo que sobre viene. No debe sorprender que el arte busque afanosamente unirse a la vida si se entiende la vida en el sentido en que lo hace Sebastián Mahaluf como experimento del hombre que busca conocer. Así, el performance como acción de arte es una experiencia de vida a través del cuerpo con el propósito de alcanzar un conocimiento.
Recientemente en el marco de la II Bienal de Arte Latinoamericano del Bronx, 2010 y con la colaboración del Sr. Luis Stephenberg tuve la oportunidad de trabajar con Sebastián Mahaluf en dos proyectos: “Wave Motion” y “Exteroceptivity”. El primero un performance que tomo lugar en el Museo de Arte del Bronx, donde el artista y el espectador se colocan en la posición de experimentar una relación viva y puntual del cuerpo con el espacio. La relación del artista con su público se realiza por medio de largos elásticos que permiten someter el cuerpo del artista a los estímulos y solicitaciones que el espacio determine en función de las posibilidades que otorgue el movimiento. Esta experiencia da lugar a un acto de conocimiento del efecto performativo que puede llegar a tener la determinación efectiva de la acción de los de los elementos externos sobre el sujeto que se presta a tal experiencia y un público participante, es decir activo y atento. La otra obra presentada en la II Bienal de Arte Latinoamericano del Bronx, “Exteroceptivity”, en la galería del Bronx Art Space, en el cual Sebastián no los ofrece en forma de escultura viva o instalación/performance. La obra representa una relación directa con la presencio de un cuerpo en estado reposo, vinculado a la necesidad del individuo a permanecer y pertenecer a un lugar con la presencia de su identidad. En posición vertical, protegido por lamparas fosforescentes y en un estado de meditación, en un final el cuerpo se transforma en objeto, en pieza escultórica, en obra viva.
La obra de Sebastián Mahaluf se aleja del formalismo de las artes objetuales, estableciendo una separación completa entre estética y arte, apoyada en una escisión previa entre percepción y concepto, conduciendo de este modo el objeto a su máxima desmaterialización. La visión de Mahaluf, en consecuencia, posee total vinculación con el mundo, las cosas y el espacio que ocupamos en todo momento. El artista se auto-limita dentro de un proceso de análisis del espacio científico, lógico y matemático despreocupándose de los modelos prácticos y operativo. Pero en general su apropiación no pretende definirse como un estilo ni parecerse a una práctica decorativa. En obras como: “Vector Espacial”, “Lo Oculto en la Geometría” y “Estimular el Cambio de la Materia” donde “la lógica aplicada a la construcción de la obra, cuestiona nuevamente, dentro de esta línea de investigación, el lugar de exhibición. En este caso, la sala de exposiciones o una esquina de esta, deja de ser un lugar o espacio nulo, se transforma anatómicamente en la obra. En consiguiente se convierte en materia medible, y al mismo tiempo intangible, conjunto linear que mantienen un cierto orden”[...]. Llevando el control del espacio a sus últimas consecuencias el objetivismo de la ciencia, reduciendo al máximo la ambigüedad semántica hasta conferir un sentido unívoco a sus proposiciones. Dichas proposiciones, descubren estructuras de un hecho a nivel universal, no particular, y se unen entre sí según las leyes lógicas y las estructuras del espacio, negando la referencia a la realidad interior.
Sebastián Mahaluf a diferencia a otros artistas emplea en su obra los efectos o causas de determinados discursos o planteamientos sociales desde un punto de vista conceptual (por ejemplo los producidos desde los modelos mediáticos hegemónicos) y cierto grupo de discursos teóricos, a los que se denominan simplemente “post-modernos”. En realidad, mucho nos tememos, nuestros propios planteamientos apuntan más bien en la misma línea de tales post-modernismos. Así pues, dirigimos nuestros análisis críticos hacia el espacio y las tensiones discursivas de la comunicación social, prácticas que circulan en nuestras semiesferas Latinoamericana, especialmente hacia los discursos masivos, sin confundir sus efectos con la teoría contemporánea, aunque sí identificamos en ellos las refracciones de una ideología de dominación que coloniza la cultura y la opinión de un arte libre y que, secundariamente, se vale de cierto pensamiento neopragmatista para elaborar un discurso autodignificador.
En conclusión Sebastián Mahaluf tiene presente que desde los cimientos mismos de la Ilustración, la elaboración teórica intenta ser un discurso autofundante, independiente en su funcionamiento epistemológico de las condiciones materiales en el espacio que habitamos de la cultura política, aunque inevitablemente en diálogo con esas condiciones y contextos materiales de la sociedad dentro de la cual “se piensa”; por lo tanto no nos parece razonable que toda teoría heterodoxa respecto de la razón modernista deba ser considerada automáticamente como parte de esos nuevos “meta discursos legitimadores” –ya no “metarrelatos”, parece ser- que amenazan con la descomposición de los caracteres socio-culturales. Esta relación imaginaria siempre es previa a la realización de la obra, sólo que no esta explicito para el propio autor. Sólo cuando su obra se ofrece –como intervención del espacio- a la lectura de las miradas que intentan desentrañar su sentido, posiblemente se sentirá interpolado a poner de manifiesto su imaginario, las preocupaciones y temáticas que informan su obra y le dan un sentido unitario. Sólo cuando existe esto podemos hablar de un artista, alguien que posee una obra de peso, que tiene algo que decir y ha encontrado los medios expresivos para ello. Sebastián Mahaluf nos muestra, tanto en una vertiente plástica como conceptual, las infinitas posibilidades del “hallazgo de lo real”. En la obra de Mahaluf encontramos el centro de gravedad de una concepción de las operaciones mentales y artísticas abierta a una lectura de lo real como diverso y plural, a una consideración flexible y distendida de la normatividad del mundo.
Alexis Mendoza es artista, escritor y curador cubano. En estos momentos vive y trabaja en la ciudad de Nueva York.