CIRCULO
Instalación
2.500 metros de cordón elasticado dorado
Diemensiones variables
Galería Animal
Santiago / Chile
2004
No obstante que Mahaluf profesa una confianza tan radical en las posibilidades expresivas de las artes visuales, que se propone apuntar en sus trabajos a soluciones lógicas de problemas ópticos o espaciales, tiene que aceptar que la reacción de los espectadores ponga en evidencia cierta ambigüedad fundamental.
Aun cuando algunas de sus instalaciones incluso busquen poner de manifiesto las inconsistencias y contradicciones de ciertas políticas culturales, cuando no de la misma dimensión mercantil del arte, Mahaluf no puede sino reconocer que, en último término, se complace en seducir al espectador. Y sólo puede lograrlo aceptando el influjo de procesos invisibles y subterráneos en su trabajo, y el valor de lo aparentemente azaroso.
Esto hace que no le obsesionen las técnicas, ni se detenga demasiado en lograr un efecto o crear una ilusión, y que muchas veces sea el primer sorprendido por un resultado que no creía estar persiguiendo.
La instalación requirió mediciones y cálculos extremadamente rigurosos, a fin de asegurar intervenciones físicas exactas en la arquitectura de la sala. Siete planos o capas de elásticos dorados se extienden de pared a pared, formando una trama que deja libre al centro lo que, desde una perspectiva inferior puede ser un círculo vacío o, visto tridimensionalmente, un cilindro. La iluminación artificial es otro material indispensable para la solución del artista, quien busca difundirla por medio del dorado de los elásticos.
Pero en Círculo no hay engaño. La ambigüedad no se produce en virtud de una ilusión, o de un equívoco. Es más el resultado impensado de la interacción de los materiales, que del punto de vista del espectador. El talante racionalista del autor parece limitarlo a calcular minuciosamente distancias, superficies, volúmenes. En el fondo, cantidades. Sin embargo, en el arte siempre hay que estar listos para lo inesperado.
Por una parte, hay una geometría oculta en la sala, que escapa al ojo desnudo, y que posiblemente ni siquiera haya estado explícito en los planos del arquitecto. Algo llama al espectador a aproximarse irresistiblemente al centro de la sala, mientras no deja de mirar hacia lo alto, hasta ver por fin lo que ha quedado propuesto. Pero entonces se pone en escena la ambigüedad de Círculo, porque, sobre todo al momento de recibir la iluminación variable del día, la posición cenital del trabajo contra un tragaluz de plano cuadriculado nos presenta una figura cruciforme en el trasfondo: acaso un efecto místico no buscado...
A fin de cuentas, puede concluirse que el valor arquitectónico más bien clásico de esta intervención -el deleite visual e intelectual que nos produce- reclama una mayor permanencia para trabajos como el de Mahaluf.