TRAMPA

Por Marie Carlsson

​

Cuántas veces hemos elevado la vista en busca de descifrar los misterios que se encuentran más arriba de nuestras cabezas, donde un sin fin de elementos, acciones y reacciones coexisten. Si lo extrapolamos a nuestra condición humana, podemos determinar que de un mismo modo somos contenedores de seres, objetos y emociones que hacen de nuestro cuerpo su espacio. 

 

Somos sujetos que cargan con un contexto que nos define como únicos, cada quien es una caja de Pandora; llenos de misterios acarreados a lo largo de nuestra existencia, indescifrables incluso para nosotros mismos.

 

Por tanto, debemos ser capaces de entender que pertenecemos a un sistema en el que conviven una simultaneidad de realidades, ¿cómo sobrellevar aquello que se nos ha obligado a cargar? Sebastián Mahaluf ha sido un catalizador de estas interrogantes, en este sentido su producción en los últimos años, nos empuja al cuestionamiento de nuestra acción en relación a los otros y aquello que nos rodea. 

 

Lacan plantea en su teoría psicoanalítica, que la condición humana está sujeta a un eterno padecimiento: lo real. Definiendo este concepto como toda presencia irrepresentable e inverbalizable que nos individualiza, es decir, es aquello que nos hace únicos y diferentes ante los demás pero que a ciencia cierta no podemos definir. En definitiva, allí está la trampa; aquello de lo que no podemos escapar, que ha sido dado por el universo y es hacia allí que debemos formular nuestras preguntas, ahora bien, ¿recibiremos respuestas?.

 

Consideremos esta performance un acto catalizador, que emplea el cuerpo del artista como mecanismo de ejecución; el arte (lo simbólico) en un rol mediador entre realidad (lo imaginario) y los problemas trascendentales de la humanidad (lo real). Si bien esta producción se inscribe en un contexto específico, en su planteamiento aborda problemáticas contingentes no sólo desde una visión del arte, sino desde una sociedad globalizada que requiere auto pensarse.